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  1. Erasmus, encantada de conocerte.

    viernes, 10 de junio de 2011

    Tumbada en mi cama, dejando entre ver algunos rayos de sol que se cuelan por mi ventana, casi bajada, no entera, ordeno los archivos de mi memoria. ¿Que ya ha pasado un año Erasmus? , supongo que esa será la pregunta que todos se harán al fin y la incredulidad la respuesta a ella.

    Ya se sació la espera por ver que es lo que encontraría: Lille y Villeneuve d’Ascq mis dos lugares de residencia, paseos y estudios.

    Villeneuve d’Ascq me ha enseñado casi mis primeras palabras de francés, a comprar en los supermercados y tomar los autobuses de aquí. Me ha dado una residencia, mi pequeña habitación de 9m2, la que fue mi hogar, mi cocina, mi descanso, el bunker en el que me refugiaba y forjaba mis más entusiastas proyectos del día a día. Me ha mostrado que aquí los gallos cantan a tooodas horas del día, ya haya sol o no y que hacen “Coquelicot” (amapola en francés), también que siempre es útil tener una vecina acogedora y servicial, por muy ruidosos y traviesos que sean sus cinco retoños. Muy útil también el tener el médico a 2 casas de la mía sobre todo en época de anginas inflamadas allá por diciembre. Me ha descubierto las sorpresas que se pueden encontrar a la vuelta de la esquina o tras un paso a nivel, dónde vive mi amiga Célia, mi tándem, mi francesa, a penas a 600m de mí. También  lo que ella me enseñó paseando por los dos lagos de esta “pequeña ciudad” rodeados de árboles y que ¡de repente! chocamos con el LaM. Aquí aprendí a abrir los ojos cuando el suelo estaba helado y debías estar muy atento dónde poner el pie para no llevar cuerpo a tierra, y me ha abierto también la boca cuando vi mi primera nevada con copos del tamaño de una moneda de euro.


    Me ha dado el lugar de estudios de este año, un tanto caótico y angustioso, con semblante de hospital y huelgas amenazantes, Lille 3. Aunque también la cerveza tomada al sol con música de fondo y en grata compañía en otro campus, Lille 1.  Sobre todo “el caramelo que me ofrecía cada día”, cada día que parecía algo nuevo y me entusiasmaba como si fuera nueva.

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    Lille me ha regalado la aventura de este viaje, la belleza de pasear por sus calles adoquinadas con casas de minúscula fachada y grandes ventanas. El asombro de chocar con algo monumental en cada nueva ruta que emprendía. Me ha aceptado en sus locales de fiesta y copas: La latina, Magnum, La boucherie, Ghosn, Smile, Network, Le solferino, Le zeppelin, O’scotland, L’irlandais, Velvet, Drugstore, Privilege, African children, L’autrement dit, Kremlin, Spotlight, Australian bar... casa de Mar, Marga, Mario, casa de Rosa y Jaime.(A pesar de los vasos que “se tomaron prestados”)  Y me ha enseñado a apreciar los kebabs en GÜR, a conocer las flammekueches, y los mules et frites, a comer en los RU y a conocer el Flunch’s y el Wok y a odiar la mayonesa francesa.  Me ha ilusionado en navidad con su decoración cargadita en el Marché de Noël. Me ha hecho temer a aquellos “hombres de chaquetas verdes” cada vez que los veía en el metro aunque hubiera comprado el ticket. Me ha dado una lección de como sobrevivir a –11º y que París , Londres y toda Bélgica se encuentran “a la vuelta de la esquina” para un viaje exprés. La oportunidad de vivir algo nuevo cada día e irme a la cama satisfecha, eso sí, en el último metro, el de las 0.30. En el he visto animalillos raros y he paseado por la orilla de su río Deûle.  He utilizado un paraguas en muchas ocasiones, demasiadas ocasiones, y he echado de menos el sol. Aprendí a esquivar a gente por la calle diciéndoles, en un perfecto español, –Perdone, no le entiendo y a hacerme la “española” cuando me pedían responsabilidades. He querido ver su Grand Place de manera diferente e hice a Mar que pasara por ella con el coche, uno que alquilamos en uno de nuestros viajes. Afortunadamente no me he caído ni una sola vez, aunque hubo amagos. Y si me caigo, pues, me toca levantarme.

    40145_10150284975790338_876395337_15004680_842353_nMoi et Carla

     


    Lille me ha dado a conocer a mis compañeros de aventuras, mis compañeros de Erasmus, y a conocer aún más aquellas que traía de casa: Elena, Marga, Mar, Rosa, Antonio, Jaime, Mario, Carla, Sara, Miriam, Sergei, Elena F., Sif, Isa, Ángela, Cris, Silvia, Miguel, Fran, Estefanía, AnaMª… entre otros tantos. Y a hacer dos grandes viajes por Francia y Alemania, y otros tantos viajes “pequeñitos”.

    El Erasmus me ha enseñado francés, a sobrevivir sin papá y mamá y un tesoro que para mi me llevo…  y seguro que tantas cosas más que ya no recuerdo.

    Gracias, Erasmus, ha sido un placer haberte conocido.

     

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    ¡Volveré!


  2. 1 Comments:

    1. Rosa María dijo...

      Después de casi un añito a tu lado quedan pocas cosas que no te haya dicho ya. Me siento identificada con este comentario y que espero que cada vez que nos veamos renovemos el espíritu libre y joven que hemos tenido en Lille para que nunca acabe. Un besito

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